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Salmo 91:5

No tengas miedo de los terrores de la noche ni de la flecha que se lanza en el día,

05/18/2020

¿A qué le tienes miedo? ¿Conoces tus temores más profundos? Como adultos hemos aprendido a superar o, muchas veces, a ocultar estos miedos. Por otro lado, los niños demuestran sus emociones tan cual las viven. Y es por eso, que quisiera contarles lo que aprendí acerca del miedo a través de los ojos de mi hijito de tres años.

Era una tarde de Halloween, mi pequeño jugaba con sus primos. Sonó el timbre y como antes había visto a niños que pedían dulces vistiendo inocentes disfraces, el abrió la puerta. Acto seguido oigo un grito aterrador, corrí y solo vi unos zombis adolescentes atónitos a la puerta, mientras que mi hijo había huido. Lo encontré al fin, en posición fetal, tras una puerta. No reaccionaba, yo desesperada lo acunaba en mis brazos… así pasaron eternos minutos hasta que soltó el llanto que duró media hora. Parecía no escuchar mis palabras, mis oraciones, no sentir mi amor, desconectado parecía sufrir intensamente en su interior. Por fin se calmó, pero pasaron años de acompañamiento, consuelo, oración y amor para que descubriera que ya no sentía miedo.

Lo primero que aprendí es que en un momento podemos estar bien y al próximo, un repentino golpe de miedo nos puede paralizar al punto de sentir que podríamos morir. Segundo, la desconexión física y emocional es tal que nos aísla de nuestra fuente de amor y paz, y pareciera que no hay forma de volver a conectarnos. Y tercero, como mamá, hubiera dado lo que fuera para hacerle ver a mi hijo que desde mi perspectiva lo que lo aterraba, tenía solución y que, en su caso, no era un peligro real. Pero para una persona asustada la amenaza lo es todo.

El temor es intrínseco al ser humano, pero en este salmo vemos que el poeta está confiado en que si está conectado con Dios y si el Padre está en control, nada de lo que suceda le provocará temor porque Su perfecto amor echa fuera el temor. Esta seguridad se arraiga en su cercanía al Padre, dando lugar a cultivar esa confianza total.

Al igual que es salmista, ¿puedes mirar a tu Padre a los ojos y confesarle tus miedos? Imagínate como un niño acunado entre sus brazos y al volver a leer el versículo, ¿puedes recibirlas como Su consuelo directo? Piensa que está diciéndote, “No temerás… porque Yo estoy contigo en lo que estás enfrentando.” Te invito a tomar unos momentos de reflexión.

P.T. Cofré