Shalom contigo mismo

Mucha gente vive con un sentido deformado de sí mismo. Algunos están hundidos en la vergüenza, denigran lo que son y piensan que son “menos que otros” o que “no son lo suficiente”, mientras que otros tienen un sentido elevado de sí mismos, creyendo que son superiores a los demás y que tienen derecho a posiciones más altas de poder y riqueza. Lamentablemente, en ninguno de los extremos experimentarás el shalom. Deberás primero reconstruir un sentido de shalom contigo mismo.
La buena noticia es que Dios te creó para vivir en paz contigo mismo y experimentar una profunda paz psicológica y emocional en tu interior. De hecho, Ireneo, el padre de la iglesia del siglo II, pinta un hermoso cuadro de lo que Dios desea para nosotros diciendo: “La gloria de Dios es el hombre plenamente vivo”. En otras palabras, Dios recibe la gloria externa y se complace cuando estamos verdaderamente vivos; cuando estamos en paz con quienes somos, en buena relación con los demás y usando nuestras capacidades y talentos creativos para vivir nuestro llamado vocacional. Entonces, ¿cómo podemos llegar a estar plenamente vivos? ¿Cómo podemos vivir vidas abundantes? ¿Cómo podemos estar en shalom con nosotros mismos?
Primero, acepta el cambio en tu vida y permite que Dios te forme más a su semejanza. Eso puede significar morir a lo que sea que en nuestro entorno social haya deformado y deteriorado de nuestro ser auténtico, incluyendo cosas como la codicia, el falso patriotismo, la xenofobia, la masculinidad y la feminidad tóxicas. Este cambio significará dejar atrás el pasado, perdonarte a ti mismo y unirte a Dios en lo que desea hacer en y a través de tu vida.
En segundo lugar, implicará un cambio de prioridades; en que no sólo pienses en tus propios intereses, sino también en los intereses de los demás. Cuando hagas eso, recuerda que tu paz no depende de que todo esté funcionando perfectamente, sino que, al echar tus preocupaciones y afanes sobre Dios, comenzarás a respirar y a vivir más libremente. Los que confían en el Señor, encuentran seguridad interior; por lo tanto, pueden dormir bien, dice el salmista (Salmo 4:8). Dios da “perfecta paz”, tranquilidad y confianza para siempre a aquellos que ponen su mente en él, añade el profeta (Isaías 26:3; 32:17).
En tercer lugar, la gran libertad de la fe es que no eres perfecto y que la expectativa tampoco es que lo seas. No tienes que fingir ser alguien que no eres. Cuando aceptas tu verdadero yo y dejas ir a tu falso yo, entonces te volverás más auténtico y te sentirás más seguro. Restaurar una relación correcta contigo mismo, por lo tanto, implica aprender a vivir con gracia en tu propio cuerpo, con tu propia personalidad, y tu propia historia. Cuando te vuelvas sincero e integres tu vida interna y externa, podrás “vivir en moradas de shalom”, porque la verdad te hará libre.
En cuarto lugar, experimentarás un shalom mayor cuando te conozcas y te aceptes a ti mismo como amado. Aunque los mensajes que hayas recibido te digan que no eres suficiente y que no eres digno de ser amado, Dios ve las cosas de manera diferente. De hecho, Él no quiere que el shalom contigo mismo se convierta sólo en un encuentro ocasional. En vez de eso, Él anhela profundamente que te aceptes tal y como te creó, hermosa y maravillosamente creado. A medida que te aceptes a ti mismo como amado, vivirás con mayor paz y seguridad interior, y serás más capaz de convertirte en todo lo que Dios quiere que seas.
En resumen, Dios desea que vivas en shalom contigo mismo para que te conviertas en una fuente de fuerza para los demás. Como Thomas a Kempis denota: “Primero mantén la paz contigo mismo, luego también puedes llevar la paz a los demás”. A medida que busques tener más shalom contigo mismo y crezcas hasta convertirte en una persona emocionalmente madura, tendrás que asumir la responsabilidad moral y personal que te corresponden. Algunos aspectos de este proceso de maduración tomarán tiempo y serán dolorosos, pero podemos confiar en que Dios siempre estará de nuestro lado y nos ayudará a mantenernos de pie. Recuerda: “La gloria de Dios es el hombre plenamente vivo”.