En tu iglesia, eres amado y valorado. Considera a los otros miembros de tu iglesia como tu familia. No te apartes cuando las cosas se pongan difíciles, sino permite que las luchas y las decepciones profundicen tu sentido de pertenencia. Ora por oportunidades de sanar las relaciones rotas. Por favor, ten paciencia. Lleva tiempo construir una cultura de Shalom. Dios aún no ha terminado contigo ni con los que te rodean.
Pues no vivimos para nosotros mismos ni morimos para nosotros mismos. Si vivimos, es para honrar al Señor, y si morimos, es para honrar al Señor. Entonces, tanto si vivimos como si morimos, pertenecemos al Señor.
Así como nuestro cuerpo tiene muchas partes y cada parte tiene una función específica, el cuerpo de Cristo también. Nosotros somos las diversas partes de un solo cuerpo y nos pertenecemos unos a otros.
Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que los ofenda. Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros.
Pensemos en maneras de motivarnos unos a otros a realizar actos de amor y buenas acciones. Y no dejemos de congregarnos, como lo hacen algunos, sino animémonos unos a otros
Este es mi mandamiento: ámense unos a otros de la misma manera en que yo los he amado. No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.
Ideas para la Acción
¿Hay alguna decepción que estés cargando respecto a la iglesia? En oración, ofrécela al Señor y pídele ayuda para soltarla. Si has estado sentado en casa sin participar en nada, regresa a la acción, volviendo a la adoración y uniéndote a un pequeño grupo, una oportunidad de servicio o haciendo un esfuerzo intencional por ser amigo de los demás. Los demás te necesitamos.
Perteneces primero a Jesús, quien ha comprado tu vida y te llama amigo, hijo y heredero. Mientras estabas en rebelión, Jesús te alcanzó y te adoptó en su familia. Ya no perteneces en primer lugar a tu etnia, clase o nacionalidad. Eres de Cristo y perteneces a su Reino. Así que encuentra fuerza en pertenecer al Dios que te creó, te conoce, te rescató, te ama, y que no te condena, sino que se deleita en ti. Al aceptar tu identidad como ciudadano del Reino de Dios, comienza a caminar en amor. Así como Cristo no te condenó, no condenes a los demás. Acéptalos como Cristo te aceptó a ti. ORA: que Dios te ayude a aceptar que eres amado y que perteneces a Él. Encuentra fuerza en pertenecer.
Así es el Dios al que perteneces: tierno, compasivo, perdonador, lento para enojarse y lleno de amor inquebrantable. A menudo la razón por la que la gente elige no pertenecer a una iglesia local es porque no hemos reflejado quién es Dios en nuestras interacciones con los demás. Uno de los primeros adjetivos que muchos no-cristianos usan para referirse a la iglesia es “legalista”. ¡Así no es nuestro Dios! Si su ekklesia comienza a representar las cualidades que este salmo atribuye a Dios, hablará con gran relevancia, credibilidad y poder espiritual a la gente de tu ciudad. ORA: que seas una iglesia que sea compasiva, que perdone, que sea lenta para la ira y que esté llena de amor inquebrantable. Encuentra fuerza en pertenecer.
Los primeros cristianos encontraron fuerza en el pertenecer. Para ellos la comunidad significaba mucho más que cantar los mismos himnos, orar las mismas oraciones y unirse a los mismos servicios de adoración. Implicaba compartir todo lo que tenían unos con otros. No eres llamado a participar en un club religioso semanal. Perteneces a una estrecha red de relaciones donde comparten sus vidas – alegrías, penas e incluso posesiones – para convertirse en la comunidad de Cristo el Rey. Ciertamente, la vida es ocupada pero puedes encontrar fuerza en pertenecer a algo tan simple como compartir regularmente una comida con otros miembros de tu ekklesia. ORA: que Dios construya una comunidad de pertenencia en tu iglesia. Encuentra fuerza en pertenecer.
En muchas iglesias el énfasis ha sido excesivo en el cristiano individual, y esto no es un énfasis bíblico. Como cristianos, estamos llamados a pertenecer, no sólo a creer. No estamos diseñados para vivir vidas de llanero solitario, sino que pertenecemos a la familia de Cristo y somos miembros de su cuerpo. Ningún miembro del cuerpo puede decirle a otro, “¡No te necesito!” Una mano pertenece a un brazo, pero cada uno también necesita al otro. Mientras que tu iglesia existe para proporcionar un lugar para recibir apoyo, cuidado, aliento y amistad, también tienes algo que aportar. ORA: que el Espíritu te muestre lo que puedes ofrecer a tu iglesia a través de tus sugerencias, tus dones y tu cuidado. Encuentra fuerza en pertenecer.
A menudo hay mucho dolor en el cuerpo de Cristo; algunos se alejan de la fe mientras que otros juzgan demasiado rápido o hacen acusaciones hirientes. A menudo hay luchas internas y conflictos porque no hemos aprendido a escucharnos unos a otros, o nos perdemos en asuntos de menor importancia. Cualquiera que haya estado suficiente tiempo en la iglesia ha sido herido y decepcionado, ya que somos, al final del día, una comunidad de pecadores. Para vivir en paz, debemos estar dispuestos a tolerar las faltas de los demás y no rendirnos la primera vez que nos lastiman u ofenden. También tendremos que perdonar con frecuencia, incluso cuando el perdón sea doloroso. ORA: que Dios te ayude a ser más misericordioso, paciente y perdonador. Encuentra fuerza en pertenecer.
Aunque nunca encontrarás una iglesia perfecta, puedes encontrar una iglesia con cuyos problemas puedas vivir. Tu iglesia es una familia a la que puedes pertenecer. Las familias se pelean, se llegan a desesperar, pero al final pertenecen juntos. No te rindas demasiado rápido con tu iglesia. Trabajen en superar los problemas. Aprende a no ofenderte fácilmente. Acepta el hecho de que los conflictos no son inusuales, pero a menudo son necesarios para desarrollar relaciones más profundas. Persevera. Tu iglesia puede convertirse en un hogar donde, aunque surjan dificultades, al final del día, pertenecen juntos. Hazla un hogar. ORA: que Dios haga de tu iglesia un lugar de pertenencia para ti y para otros que necesitan desesperadamente un hogar. Encuentra fuerza en pertenecer.
El Reino de Dios se construye con amigos. No con programas, eventos de evangelización masiva o activismo social. Aunque estos tienen su valor, todo comienza con un grupo de amigos dispuestos a obedecer los mandatos de Jesús y continuar su misión. Ese fue el decreto de Jesús al final de su tiempo en la tierra: “Ya no los llamaré siervos”, dijo a sus discípulos, “sino que los llamaré amigos, porque ahora entienden de qué se trata”. Debían amarse y arriesgar sus vidas por los demás, como él lo había hecho por ellos. ORA: que tu iglesia fomente profundas amistades entre ustedes para producir un fruto duradero para el Reino de Dios. Encuentra fuerza en pertenecer.